Si estableciéramos una comparación con la situación de los jóvenes hace 50 años, observaríamos diferencias abismales. Los jóvenes que podían permitirse estudiar abandonaban la escuela muy pronto para empezar a trabajar. No todos podían acceder a la enseñanza básica, muchos menos si nos referimos a estudios superiores. Poco después se casaban y formaban una familia. Todo ello a edades mucho más tempranas que ahora. Es por eso por lo que quizás, en aquellos tiempos, reflexionar, dudar o rebelarse contra la familia eran opciones que ni siquiera podían contemplarse.

Resultaría oportuno hacer una pequeña referencia a éstos. El incremento del absentismo y el fracaso escolar no contribuye precisamente a incrementar las oportunidades profesionales ante un futuro laboral bastante incierto. Asimismo, el incremento en el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas, el aumento de los accidentes de tráfico en jóvenes además del incremento de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual, especialmente el VIH/SIDA, son otros problemas muy complejos que azotan cada vez en mayor proporción a los jóvenes.
En conclusión, podemos decir que, en estos últimos años, la realidad de los jóvenes ha cambiado mucho y en todos los aspectos. Es por eso que sería conveniente alentarles a que analicen y vean cómo es la situación, pero, sobre todo, invitarles a que traten de tomar conciencia de sus propias acciones y de las repercusiones que éstas pueden tener para su vida.
Está claro que, en el momento en el que nacemos, son los padres y la escuela los encargados de educarnos bajo los valores, actitudes y normas que ellos consideran oportunos, pero, a partir de esta etapa, que supone la preparación para la vida adulta, somos los jóvenes quienes elegimos el camino hacia el que queremos guiar el resto de nuestras vidas.
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